El Golfo de los Poetas

Me quedaban 2 noches en Italia antes de partir a México. Había estado ya un fin de semana en Cinque Terre con mis amigas y mi vuelo salía de Milán. El plan original era encontrarme con Caterina mi amiga después de estar un rato en el mar y de ahí tomar el vuelo. Pero como suele suceder, los planes cambiaron y yo iba a pasar sola 2 días en Milán así que decidí cambiar de rumbo. Aunque Milán me gusta como ciudad, he estado ahí ya varias veces y esta vez simplemente quería algo más mío, algo con que cerrar mi verano tan especial. 

“Ve a conocer el golfo de los poetas” me dijo Ila. El puro nombre me fascinó y me llamó muchísimo la atención. Rápidamente me puse a investigar y sentía que estaba descubriendo el Cinque Terre secreto. La leyenda cuenta que ahí Sandro Botticelli se inspiró para la Venus de Milo y de igual manera enamoró a varios poetas como Percy Bysshe Shelle, Virginia Woolf, Filippo Marinetti y más. Di con el Hotel Corallo en La Spezia por TripAdvisor y después de despedirme de mis amigas me fui en tren hacia allá. 

Como era ya tarde, hice un rápido check in. Me bañé y me salí a ver el atardecer en el muelle. Seguí las direcciones que me dió la señorita del lobby y en menos de 10 minutos ya estaba caminando por las mil y un piazze. Me compré un libro en la Feltrinelli y me fui a cenar unas ricas bruschette a un restaurante llamado Pepe Nero donde me atendió una venezolana buenísima onda. 

“Ila, ahora si explicame, ¿cómo le hago para llegar?” le escribí a mi amiga y gracias a ella y a la señorita del hotel acabé con un itinerario en mano. Il Golfo dei Poeti resultó ser mucho más grande de lo que me imaginaba y solo iba a alcanzar a conocer uno o dos lugares; así que me decidí por Portovenere. 

El siguiente día lo amanecí comiendo un brioche al pistachio y un capuccino. Para las 10 de la mañana ya estaba en el puerto preguntando sobre los ferrys. El trayecto fue de aproximadamente 20 minutos y antes de lo que imaginaba ya estaba todo mundo sacando el celular para tomar fotos del famoso pueblo pintoresco que parece sacado de la película de Lucca.  

Decidí tomar un tour en una lanchita como para 8 personas que te llevaba a ver La Palmaria, La Isola del Tino y la Isola del Tinetto. Aunque fue un recorrido relativamente rápido, valió la pena la paseada. Cerca de las islas había gente tomando el sol en sus barcos privados que me recordaban a estos típicos posters vintage que ves en los restaurantes italianos. Igual pasamos por la famosa estatua de la Stella Maris y vimos demasiadas medusas en el mar, especialmente cerca de las rocas. 

Al regresar decidí explorar el pueblo. No sin antes comprarme unas orechiette en vaso en La Bottega del Pesto y una focaccia, “típico liguriano.” Subí hasta la iglesia y me senté bajo un árbol a comer mi pasta viendo el mar. Despues visité el castillo Doria, donde conocí a una pareja ya grande americana lindísima y después de un rato me senté en las escaleras a ver a la gente nadar y tomar el sol. “¿Será verdad que el poeta Lord Byron nadó desde ahí hasta Lerici como dice la placa de la cueva?” Concluí que nunca iba a saber la verdad, pero decidí que me la iba a creer, ya que siempre he pensado que las leyendas hacen del lugar aún más interesante. 

Volví a bajar a la piazza principa y vi que había unas rocas gigantes donde alguna que otra persona se había establecido a tomar el sol. Así que sentí la confianza de dejar mis cosas ahí y tirarme al mar enfrente. 

“La libertá” pensé. 

Algo que descubrí que me gusta bastante de los italianos es que cada quien busca el espacio perfecto para pasar el resto del día sin preocupaciones. Entre más alejado del resto mejor; incluso si eso significa quemarte los pies y rasparte las piernas en el trayecto. 

Mi día terminó con un atardecer, una pizza margarita y un vino bianco. Tomé un autobus de regreso La Spezia y llegue a descansar para al día siguiente partir a Milan. Bendita Italia, por eso me gusta tanto volver a ahí, porque me recuerda que encuentro el placer en lo que parece tan cotidiano. Desde la comida, una puesta de sol o el darme espacio para estar conmigo y simplemente disfrutar.